El huerto escolar pedagógico es una herramienta didáctica más, que permite poner en práctica un gran número de competencias y disciplinas a la vez. A través de tareas dinámicas el huerto escolar permite generar experiencias vivenciales más allá de las cuatro paredes del aula.

A la hora de diseñar un proyecto escolar tenemos en cuenta una cita de Confucio, que sentimos que representa muy bien nuestra manera de entender y proyectar un espacio educativo: «Me lo explicaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí». Es exactamente como queremos que sean los espacios escolares innovadores que adecuamos, entornos adaptados para que los niños y niñas aprendan haciendo.

En este artículo de Grup Efebé te explicamos todo lo que hay que saber para contar con un huerto escolar pedagógico.

Cómo tiene que ser un huerto escolar pedagógico

Antes que nada hay que valorar y escoger en qué espacio del centro se pondrá este huerto, puesto que en base a esto será de una forma u otra. Realmente cualquier establecimiento educativo puede contar con un huerto, ahora bien, las medidas serán diferentes y las características a tener en cuenta a la hora de escoger materiales, herramientas y las semillas variarán.

Esta pedagogía aporta conocimientos sobre educación alimentaria y ayuda a mejorar el desarrollo de habilidades sociales y motrices. Esto se consigue llevando a la práctica los conocimientos que se ven en el aula. Los alumnos adoptan nuevas responsabilidades y conocen un ambiente social y de interacción nuevo con sus compañeros. Para que los niños y niñas observen de manera directa el crecimiento de aquello que plantan ellos mismos hay que adaptar este rincón en el centro a partir de una serie de pasos:

• Escoger un rincón teniendo en cuenta en qué medida da el sol en aquella zona;
• Evaluar si hay una fuente de agua cerca;
• Escoger semillas de frutas, hortalizas comunes o incluso plantas aromáticas. Hay que tener en cuenta cuando tendrá lugar el proyecto para escoger las plantas más adecuadas para la época del año que sea. Y así año tras año, de acuerdo con la estación que nos encontramos;
• Hacer un listado del material necesario para poder trabajar la tierra como rastrillo, guantes o palas. Puede consistir en un primer paso para el trabajo en equipo, a través de una lluvia de ideas. Así pues, los niños y niñas empiezan a aportar ideas para decidir qué herramientas creen que les podrán ser de uso;
• Contar con tierra y botellas de agua con difusor;
• Disponer de cartones de hueveras de materiales reciclables si se cuenta con poco espacio para hacer crecer las plantas.

Qué beneficios tiene sobre los alumnos

Este espacio se acostumbra a vincular con el área de ciencias naturales. Aun así, es una gran herramienta de trabajo para otras asignaturas, como es el caso de la educación en valores, para aprender a convivir en sociedad y a cuidar de un mismo y de los otros. El entorno que se genera ayuda a desarrollar habilidades sociales y adquirir valores. De hecho, en las tareas que realizan día a día encuentran problemas por los cuales tienen que buscar una solución.

• Ayuda a estimular los sentidos, además de su creatividad e imaginación;
• Acerca a los alumnos y alumnas a la concienciación por el medio ambiente, a valorar la importancia que tiene y a aprender a cuidarlo. Pone en valor la sostenibilidad para que aprendan que, por ejemplo, todo aquello que no se haya podido usar de un cultivo se podrá usar como abono natural para el siguiente;
• Potencia el trabajo en equipo:
• Aporta un contacto directo con la tierra y con los alimentos cotidianos. Además, ayuda a conocer frutas, hortalizas y verduras de primera mano, ver de donde vienen y reconocer cuáles son propios de cada época del año;
• Muestra valores como el compañerismo, la responsabilidad o el compromiso;
• Desarrolla habilidades motrices, sin caer en el sedentarismo.